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El queso más peligroso del mundo

El queso ‘casu marzu’, consumido en la isla de Cerdeña (Italia), no es otra cosa que ‘queso podrido’.

3 minutos

27/2/25

Queso casu marzu. Fuente: Wikimedia Commons.

El queso es una de esas delicias que nadie puede resistir. Hay para todos los gustos: suaves, fuertes, cremosos, añejos… y algunos que rozan lo extremo. En cada rincón del mundo, este manjar lácteo se reinventa, pero hay uno que destaca no solo por su sabor, sino por el peligro que representa.

Se trata del casu marzu, el queso más peligroso del mundo según el Guinness World Records. Originario de Cerdeña, este queso se fermenta con larvas vivas que lo descomponen hasta hacerlo casi líquido. Es tan arriesgado que su venta está prohibida en la Unión Europea, pero eso no impide que algunos valientes sigan buscándolo para probar su intensidad única.

'Casu marzu', el queso más peligroso del mundo cuya venta es ilegal

El nombre casu marzu significa "queso podrido" en el dialecto sardo, y no es casualidad. Este peculiar queso, originario de Cerdeña, Italia, es conocido por su inusual proceso de fermentación, en el que larvas de la mosca del queso son introducidas deliberadamente en su interior.

Más allá de su peculiar método de producción, lo que lo hace aún más exclusivo y costoso es su estatus de ilegalidad en numerosos países, debido a normativas de seguridad alimentaria. Su combinación de rareza, tradición y riesgo ha convertido al casu marzu en un producto de culto para algunos y en un tema de controversia para otros. Pero, ¿qué lo hace tan especial y por qué se le considera potencialmente peligroso?

¿Cómo se produce el casu marzu?

El casu marzu tiene como base el Pecorino Sardo, un queso de oveja típico de Cerdeña. Lo que lo diferencia de otros quesos es su inusual método de maduración. Una vez que el Pecorino ha alcanzado un estado inicial de curación, se deja expuesto al aire libre para que las moscas depositen sus huevos sobre él.

Cuando las larvas eclosionan, comienzan a alimentarse del queso, acelerando su fermentación y descomposición. A medida que digieren las grasas, alteran su textura, convirtiéndolo en una pasta suave y untuosa con un sabor fuerte y picante. Después de aproximadamente tres meses de fermentación, el queso está listo para el consumo. Un dato curioso es que las larvas pueden llegar a medir hasta 8 milímetros y, si se sienten amenazadas, pueden saltar hasta 15 centímetros, razón por la cual se recomienda usar gafas de protección al comerlo.

El casu marzu presenta un color amarillento y una textura blanda, con un nivel de acidez elevado que deja un intenso picor en el paladar. Aunque algunos prefieren retirar las larvas antes de comerlo, otros las ingieren junto con el queso, afirmando que aportan un extra de sabor y autenticidad a la experiencia.

Un peligro para la salud

El consumo de casu marzu ha generado controversia debido a los posibles riesgos para la salud. Aunque los habitantes de Cerdeña han consumido este queso durante siglos sin aparentes consecuencias graves, las autoridades sanitarias consideran que puede ser peligroso.

Uno de los principales riesgos es la posibilidad de que algunas larvas sobrevivan al proceso digestivo humano, lo que podría derivar en miasis intestinal, una infección parasitaria poco común pero potencialmente grave. A pesar de que no existen casos documentados que relacionen esta condición con el consumo de casu marzu, el riesgo no se descarta.

Además, al ser un queso producido en condiciones no reguladas, puede estar expuesto a bacterias dañinas como la Salmonella o la Escherichia coli. También contiene compuestos químicos como cadaverina y putrescina, sustancias que pueden resultar tóxicas en grandes cantidades.

Por estos motivos, la venta de casu marzu está prohibida en Italia desde 1962 y tampoco está permitida en el resto de la Unión Europea. Sin embargo, sigue siendo elaborado de manera artesanal en Cerdeña, donde su producción y consumo persisten como una tradición cultural.

Un exquisitez difícil de encontrar

Debido a su estatus ilegal, el casu marzu no es fácil de conseguir. Su exclusividad ha elevado su precio en el mercado clandestino, donde puede alcanzar más de 50 euros por kilo. Fuera de Italia, su valor es aún mayor, convirtiéndose en una auténtica rareza gastronómica reservada para los más atrevidos.

Para los sardos, este queso es mucho más que un simple alimento: es un símbolo de identidad y una expresión de su herencia cultural. Su consumo es común en celebraciones y reuniones familiares, donde se comparte como un tesoro gastronómico que ha sido transmitido de generación en generación.

Otros quesos similares en Europa

El casu marzu no es el único queso que desafía las normas alimentarias convencionales. Existen otros quesos europeos que también involucran microorganismos en su proceso de maduración, aunque en lugar de larvas, utilizan ácaros. Algunos ejemplos incluyen:

  • Milbenkäse (Alemania): Un queso curado con ácaros que contribuyen a su sabor intenso.
  • Mimolette (Francia): Envejecido con la ayuda de ácaros para desarrollar su característica corteza anaranjada.
  • Furmai nis (Italia): Originario de Emilia-Romaña, sigue un proceso similar al casu marzu, pero con otros microorganismos.
  • Bross ch’a marcia (Italia): Elaborado en Piamonte, su maduración involucra la acción de ácaros.
Queso Mimolette. iStock.

A pesar de las restricciones legales, el casu marzu sigue siendo un ícono de la gastronomía sarda y un tema de debate entre los amantes del queso. Mientras unos lo consideran una reliquia cultural que debe protegerse, otros lo ven como un riesgo innecesario para la salud. Lo cierto es que, prohibido o no, este queso sigue generando curiosidad y atrayendo a quienes buscan probar lo prohibido.

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La gastronomía española rinde homenaje a una de sus tapas más icónicas: la croqueta. En el Día Internacional de la Croqueta, que se celebra cada 16 de enero, esta delicia recibe toda la atención que merece. Aprovechando la ocasión, nos hemos dado a la difícil tarea de crear esta guía para descubrir dónde comer las mejores croquetas en España.

Hablar de croquetas es adentrarse en un mundo de creatividad infinita. Desde las clásicas de jamón hasta las más atrevidas de bacalao, rabo de toro o queso azul, cada una tiene su propio carácter. Y si nos fijamos en el rebozado, encontramos opciones para todos los gustos: desde el tradicional pan rallado hasta versiones innovadoras con panko o maíz tostado. 

Sin embargo, todas comparten algo en común: una bechamel perfectamente cocinada, sin grumos y con el punto exacto de melosidad, acompañada de una fritura que logre ese crujido característico que da sentido a su nombre, derivado del verbo francés croquer.

Croquetas Michelin

El bocado delicioso de un plato tradicional, elevado a la categoría de alta gastronomía, es lo que ofrecen los restaurantes más destacados de la guía Michelin. En sus propuestas, las croquetas dejan de ser una simple tapa para convertirse en una experiencia culinaria inolvidable.

¿Los más sonados? En Asturias, nombres como Casa Marcial (3 estrellas) y Casa Gerardo (1 estrella) se encuentran a la vanguardia. En El Corral del Indianu (1 estrella) y Regueiro (Tox), sus croquetas también se han ganado un lugar privilegiado en el panorama gastronómico nacional. La delicadeza de sus elaboraciones y la calidad de sus ingredientes hacen que cada bocado sea pura magia.

En otras partes de España, destacan las croquetas de jamón ibérico en Solana (1 estrella) y las de Trivio en Cuenca, donde la chacina estrella se convierte en arte. Para quienes buscan originalidad, las croquetas de tres carnes en Tatau Bistro (1 estrella) o las de pollo asado en Canalla Bistro (Valencia) son opciones imprescindibles. También merece una mención especial la versión de cocido de la abuela Manuela que se sirve en Tapas 3.0 (Salamanca), una auténtica oda a la tradición familiar, destaca la Guía Michelin.

Barcelona no se queda atrás. Lugares como Freixa Tradició y Vivanda (ambos reconocidos con un Bib Gourmand), junto con Mont Bar y Bardeni-Caldeni, presentan croquetas irresistibles, con propuestas donde la carne toma un protagonismo especial.

Por último, no podemos olvidar las emblemáticas croquetas de Echaurren (La Rioja), elaboradas siguiendo la receta de Marisa Sánchez, Premio Nacional de Gastronomía en 1987 y madre del chef dos estrellas Michelin, Francis Paniego. Estas croquetas han trascendido fronteras y son consideradas un icono en la alta cocina española.

Croqueta del Echaurren. Cortesía Guía Michelin.

Las de jamón

Si hay una croqueta que conquista paladares de norte a sur, es la de jamón. Su popularidad es indiscutible, tanto entre los comensales como en los concursos culinarios que buscan coronar a la mejor de España.

En Toledo, Iván Cerdeño ha marcado un antes y un después en la elaboración de croquetas. Su influencia es tal que varios de los ganadores recientes del Campeonato de Croquetas de Jamón son discípulos suyos. No lejos de ahí, las croquetas de jamón ibérico de José Manuel Gallego, también en Toledo, destacan por su calidad y ejecución, al punto de ser consideradas dignas de concurso. Cañitas Maite, otro representante toledano, se lleva el prestigioso título de Mejor Croqueta de Jamón Joselito en el concurso de Madrid Fusión 2021.

Más al sur, en Albacete, Ababol brilló con su croqueta elaborada con Jamón 5Jotas, conquistando el título de Mejor Croqueta de España en 2023.

En Asturias, las croquetas de jamón de Casa Belarmino han mantenido su fama a lo largo de los años. Finalistas en Madrid Fusión 2020, son un ejemplo de tradición y excelencia que sigue enamorando a quienes las prueban.

El restaurante Quinqué de Madrid se alzó como campeón de la Mejor Croqueta de Jamón de España en 2024. Entre los finalistas de ese año están el restaurante Pandora (Avilés), Flama (Valencia), La Barra de la Tasquería (Madrid), Santabar (Alicante), Jardín de los Duques (Madrid) y Jorge Lozano del restaurante Portal del Lino (Salamanca). Cada uno de ellos destaca por esta icónica tapa.

El norte destaca con las mejores croquetas

Cuando se trata de croquetas, el norte de España se posiciona como una auténtica cuna de excelencia. En Asturias y Burgos, los chefs han logrado crear versiones únicas que combinan tradición, innovación y una técnica impecable, elevando esta tapa a niveles inigualables.

En Oviedo, Pedro Martino, del restaurante Naguar, ha ganado reconocimiento por sus croquetas excepcionales. En Regueiro (Asturias), las croquetas han alcanzado el estatus de leyenda y han obtenido el premio a la Mejor Croqueta del Mundo en 2015, un reconocimiento que reafirma la maestría de su cocina. Otro imprescindible asturiano es Casa Gerardo, cuyas croquetas de compango de fabada se han convertido en una referencia indiscutible.

En Burgos, Cobo Estratos sorprende con su ‘Croqueta de leche fresca de vaca e ibérico’. Este restaurante combina la pureza de la leche local con la intensidad del jamón ibérico, logrando un equilibrio sublime que convierte cada bocado en una experiencia inolvidable.

Las croquetas de Madrid

Madrid, con su vibrante escena gastronómica, se posiciona como uno de los epicentros de las mejores croquetas de España. La capital ofrece desde las más tradicionales hasta las creaciones más innovadoras, conquistando a locales y turistas por igual.

El restaurante Tres por Cuatro ha destacado como finalista en el campeonato a la Mejor Croqueta de Jamón 2024, consolidándose como un referente en la escena croquetera madrileña. Otra de las grandes favoritas son las croquetas de Arzábal, cuya receta incorpora leche de oveja para intensificar su sabor.

En el barrio de Tetuán, Viavélez, una taberna de esencia asturiana dirigida por Paco Ron, deleita con dos variedades excepcionales: jamón y gambas. Por su parte, El Quinto Vino, una taberna castiza de renombre, sorprende con sus emblemáticas “croquetas de Esperanza”, elaboradas con jamón serrano y conocidas por su tamaño generoso y sabor tradicional.

Para los amantes de la creatividad, La Gastroteca de Chema es una parada obligatoria. Este restaurante, dirigido por Chema Soler, reinventa la croqueta con combinaciones únicas como tex mex de pollo, guacamole y jalapeños, pato con foie, o incluso croquetas líquidas de queso con confitura de tomate y olivas negras. Su carta es un paraíso para los croqueteros más atrevidos.

Entre los imprescindibles de Madrid también destacan las propuestas de La Tasquita de Enfrente, Cañadío, y BiBo Madrid, donde el chef Dani García mantiene la esencia de sus recetas originales, con opciones como jamón con polvo seco de tomate o chipirones en su tinta.

El restaurante Santerra también merece mención especial, cuyas croquetas de jamón ibérico se han alzado como las Mejores Croquetas del Mundo en Madrid Fusión 2018. Y si lo que buscas es historia y autenticidad, la taberna Casa Julio no decepciona. Su carta incluye opciones únicas como espinacas con pasas y gorgonzola, morcilla con membrillo, setas con puerros, queso azul, y muchas más.

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